viernes, 26 de junio de 2009

Un modelo atractivo con fallas: los Consejos Comunales de Venezuela



NACLA: Report on the Americas


La principal carretera rural que pasa por Las Cuadras, un área pobre en la zona de El Valle, en el estado venezolano de Mérida, luce una nueva acera y una parada techada. Julio Cerrada, un vocero del consejo comunal de Las Cuadras, me muestra estos y otras obras recientes, incluyendo un arco decorativo en la entrada del vecindario y un contenedor metálico de gran capacidad para la basura. Luego, Cerrada me lleva al final de la carretera de la montaña, donde el consejo comunal de La Culata ha construido una vía que consiste de dos caminos pavimentados que se extienden casi 300 metros cuesta arriba, la cual permite que los cultivadores de papa y zanahoria transporten sus productos por vehículo y también abre el área al turismo. Una pequeña cooperativa llamada “Paseos a Caballo de La Culata”, lleva turistas a caballo por la carretera, cuya entrada está ahora marcada por una placa conmemorativa de Simón Bolívar. Cerrada me cuenta que la cooperativa está solicitando financiamiento del Estado para construir un parador turístico en la parte de arriba donde termina la vía.

Veinticuatro consejos comunales en El Valle han recibido financiamiento del gobierno para una diversidad de actividades como ésta. En todo el país, unos 20.000 consejos locales, legalmente establecidos en 2006-2007 están emprendiendo proyectos de desarrollo considerados como prioritarios por sus respectivas comunidades. Gran parte de los trabajos concluidos en El Valle fue realizada por mano de obra voluntaria de los miembros de la comunidad, mientras que materiales y herramientas fueron comprados con financiamiento del Estado. Cerrada me cuenta que casi la mitad de los adultos, físicamente aptos, de Las Cuadras participaron en el esfuerzo colectivo de esa comunidad, y las herramientas, incluyendo una carretilla, palas, picos y machetes, ahora están siendo prestados a familias de la vecindad. Observa que “hay un mayor sentido de confianza mutua y cooperación en las comunidades cuando se mantiene en un número de varios cientos de familias que en grupos mayores”.

La Ley de Consejos Comunales, promulgada en abril de 2006, ofrece financiamiento a los vecinos una vez que se organizan democráticamente y someten proyectos factibles a los organismos del Estado. Cada consejo representa entre 200 y 400 familias quienes aprueban los proyectos prioritarios en las asambleas de vecinos. Mediante la planificación, la administración y el financiamiento de obras públicas y la construcción de casas en sus barrios, los consejos comunales representan no sólo un paso importante en el esfuerzo del gobierno de estimular la participación popular, sino también una ruptura con el pasado cuando estas actividades eran emprendidas por el gobierno municipal, estadal o nacional.

La estructura de los consejos comunales, según lo definido por la ley de 2006, se diferencia de la de las cooperativas de trabajadores, que tuvieron su auge en Venezuela entre 2004 y 2005. Mientras que cada cooperativa era encabezada por un presidente, algunos de los cuales abusaron de su posición al malgastar las asignaciones provenientes del Estado, los consejos comunales están estructurados horizontalmente y todos sus líderes (llamados “voceros”) prestan sus servicios sin remuneración y están considerados de igual rango. Los voceros no pueden pertenecer a más de una comisión de su consejo, las cuales incluyen un banco comunal, que maneja el dinero otorgado; una “contraloría social” que vigila el gasto; y una “comisión de empleo” que alista a los miembros calificados de la comunidad para los trabajos remunerados y trata de asegurar que ellos reciban contratación preferencial. Todas las decisiones, incluso la selección de los voceros, son ratificadas en una “asamblea de ciudadanas y ciudadanos”, la cual representa “la instancia máxima de la toma de decisiones” de los consejos, según la ley de 2006.

El gran número de consejos comunales establecido en 2006 eclipsó los Consejos Locales de Planificación creados por el gobierno de Chávez en 2002 con el fin de permitir que los miembros de la comunidad idearan proyectos, pero los cuales terminaron en gran parte bajo el control de los alcaldes y otros políticos elegidos, quienes los llenaron con sus propios seguidores. (1) La ley de 2006 fue diseñada para lograr mayor independencia frente a los gobiernos locales al facultar a los consejos comunales para no solo concebir sus propios proyectos sino también ejecutarlos.

Los consejos pusieron en práctica la “democracia participativa” incorporada en la Constitución Bolivariana de 1999 redactada por los seguidores de Chávez. Algunas de sus actividades también reflejan el discurso de Chávez, el cual minimiza la importancia de los “expertos” o “tecnócratas” y enfatiza la voluntad de la gente y su capacidad para resolver todos los problemas, incluso los altamente técnicos. Así, por ejemplo, los miembros de los consejos comunales encargados de manejar el dinero actúan colectivamente en comisiones, pero muchos carecen de experiencia o conocimiento financiero previo, y siguen un método de “aprender sobre la marcha”.

Para algunos proyectos se requieren destrezas técnicas avanzadas, como tender líneas eléctricas a nuevas comunidades y construir viviendas dignas para sustituir los ranchos. Típicamente, los consejos comunales en los sectores no privilegiados contratan una compañía o una cooperativa fuera de la comunidad para estos trabajos más ambiciosos, pero insisten en que un gran número de puestos de trabajo, incluso los especializados, sean ocupados por los residentes del sector. Naike Infantino quien supervisa la oficina de los consejos comunales en el municipio Libertador en Caracas, dice: “Llama la atención la cantidad de residentes en los barrios, algunos de los cuales están sin empleo, que tienen experiencia en áreas técnicas e inclusive profesionales, aún en las zonas mas pobres.”

El financiamiento de los proyectos de los consejos proviene de una variedad de fuentes, e incluyen gobernaciones y alcaldías, el Ministerio de Participación y Protección Social, la empresa petrolera estatal PDVSA, FIDES (dinero derivado del impuesto al valor agregado) y la Ley de Asignaciones Económicas Especiales (LAEE, derivado del ingreso petrolero y minero). Procedimientos largos y a veces engorrosos están diseñados para asegurar que el dinero asignado a los consejos comunales sea bien gastado, a diferencia de lo que sucedía con muchas de las cooperativas en los años anteriores. Sin embargo, debido a la diversidad en las fuentes de financiamiento, las planillas de solicitud y otros requerimientos para el financiamiento varían, como también varían los procedimientos de inspección, y de este modo se complican las gestiones diarias de los consejos.

En la mayoría de los casos, el Estado asigna dinero a los consejos en dos o más partes e inspecciona los resultados a mitad del trabajo, usualmente tomando numerosas fotografías. Los “promotores”, quienes trabajan para la gobernación y la oficina FUNDACOMUNAL del Ministerio de Participación y Protección Social, orientan a los consejos comunales y luego inspeccionan su trabajo en base a “criterios sociales”, con el propósito de confirmar que un proyecto dado beneficie al número previsto de familias.

El Ministerio de Infraestructura y otros ministerios también realizan inspecciones en base a criterios “técnicos”. El consejo comunal está obligado a enviar un balance de comprobación cada año a la Superintendencia Nacional de Cooperativas, con la cual se registró el Banco Comunal, aún cuando no sea éste una “cooperativa” (una reforma de la Ley de Cooperativas actualmente bajo consideración en la Asamblea Nacional eliminaría este requisito).

La culminación exitosa de estos pasos califica al consejo para más financiamiento, bien sea para completar su proyecto o comenzar uno nuevo. FUNDACOMUNAL mantiene un registro de todos los consejos comunales, que revisan otras oficinas gubernamentales para evitar financiar los consejos que no hayan cumplido cabalmente. Este año, FUNDACOMUNAL ha hecho planes de publicar el registro en su página Web (www.fundacomun.gob.ve).

Estos procedimientos han resultado efectivos sólo parcialmente al asegurar eficiencia e impedir la corrupción. La amenaza de que sea suspendido el financiamiento del Estado pesa grandemente sobre aquellos miembros de la comunidad que han invertido tiempo y esfuerzo considerables en crear un consejo comunal. No obstante, como en el caso de las cooperativas de trabajadores, el Estado no ha logrado actuar de manera enérgica contra los voceros inescrupulosos.

“Los activistas comunales quienes acusan a los miembros del consejo de malgastar el dinero frecuentemente se quejan que el caso va a los tribunales a paso de morrocoy, tiempo durante el cual ellos no puede obtener financiamiento adicional,” dice Leandro Rodríguez, asesor para la Comisión de Participación Ciudadana, Descentralización y Desarrollo Regional de la Asamblea Nacional. El añade que la ley de 2006 no logra establecer ningún vínculo formal entre las comisiones de contraloría social de los consejos comunales y la Contraloría Nacional, quien debería estar encargado de trabajar estrechamente con las comunidades para suministrar información legal y asesoramiento.

Además de estos problemas, los aspectos negativos de los consejos incluyen su uso para propósitos políticos y el descuido del gobierno en hacer cumplir los requisitos, lo cual a la vez conduce a demoras y deficiencias en la ejecución. En términos generales, los funcionarios del gobierno ha hecho lo necesario por implementar exitosamente los programas sociales con los consejos comunales; se flexibilizan los controles y se les otorga diversos incentivos monetarios y no monetarios para evitar apagar el entusiasmo popular.

La creación de los consejos comunales fue en parte una reacción a la ineficiencia de la burocracia del Estado, particularmente a nivel municipal. En su alocución a la Asamblea Nacional en la cual presentó una propuesta de reforma constitucional en agosto de 2007, Chávez afirmó que tenía “dudas al respecto de los poderes constituidos locales; yo creo más en el Poder Constituyente local [el pueblo organizado], ésa es la fuerza verdaderamente revolucionaria, ésa es la fuerza verdaderamente novedosa”. Se refirió a los altos índices de abstención en las elecciones estadales y municipales como poniendo en duda la legitimidad de los funcionarios locales. (2) La propuesta más reciente de Chávez de agrupar los consejos comunales en cada zona en “comunas” (las cuales a la vez formarían parte de una “ciudad comunal”) para resolver problemas comunes, amenaza con socavar el poder del gobierno municipal al crear una estructura paralela. En privado, las autoridades locales, incluso los alcaldes, han expresado temor que el esquema esté diseñado para eliminar progresivamente las alcaldías.

No obstante, los consejos comunales no están en posición de suplantar el gobierno municipal. A estas alturas ellos están ejecutando solamente los proyectos prioritarios, muy distante de asumir las innumerables funciones del gobierno municipal. El modelo utópico inspirado en Rousseau de la democracia directa que desplaza a las instituciones representativas no es aplicable a los consejos comunales, por lo menos durante la etapa actual. (3) Marisol Pérez, quien dirige la oficina de consejos comunales del estado Anzoátegui, hace una evaluación más realista. Ella dice: “Esto es un proceso experimental. La célebre frase de Simón Rodríguez (el tutor de Simón Bolívar) tan frecuentemente invocada por nuestro presidente, ‘O inventamos o erramos’, es aplicable a los consejos comunales.”

Los líderes políticos chavistas, cuya retórica hace énfasis típicamente en la toma de decisión por parte del pueblo, han resaltado de manera creciente las actividades de los consejos comunales. Aristóbulo Istúriz y Jorge Rodríguez, los candidatos chavistas en las dos principales contiendas para las alcaldías de Caracas en noviembre, dividieron sus respectivas plataformas en dos partes: programas directamente emprendidos por el Estado y apoyo al “poder popular” que consiste principalmente en los consejos comunales. En otra contienda para alcalde en el distrito caraqueño de Sucre, el candidato chavista prometió construir un “metrocable” en los cerros de Petare, similar a otro que estaba recientemente inaugurado en los barrios de San Agustín. Según el plan, cada estación tendría una instalación tal como una biblioteca o teatro, que estaría bajo la administración de un consejo comunal.

Mientras tanto, los críticos del gobierno argumentan que los consejos comunales son ineficientes y advierten que debilitan la democracia representativa al socavar todos los organismos intermedios entre el ejecutivo nacional y el pueblo, sea el gobierno municipal, las oficinas de planificación del Estado o incluso el partido chavista, el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). Américo Martín, un ex izquierdista quien fue candidato presidencial en 1978, llama a los consejos comunales una “bomba atómica” destinados a producir caos al hacer demandas clientelares de una magnitud imposible de satisfacer. (4) Otro izquierdista convertido en anti-chavista, Teodoro Petkoff, insiste en la naturaleza quijotesca de los consejos comunales, a los cuales compara con las cooperativas de trabajadores y las empresas administradas por los obreros promovidas por el gobierno de Chávez. Petkoff argumenta que estos experimentos rememoran la acusación de Marx contra los socialistas utópicos: “En vez de reconocer las condiciones históricas de emancipación, ellos imaginan condiciones fantásticas y una reorganización de la sociedad inventada por ellos mismos.” (5)

Estos argumentos contra la viabilidad de los consejos comunales parecen pecar de exagerados. El hecho es que miles de proyectos en toda Venezuela ya han sido completados satisfactoriamente, y muchos otros están en ejecución, un logro totalmente nuevo en la historia de la nación. Además, los líderes de los consejos comunales participan en una amplia variedad de actividades y programas que no tienen precedente en el movimiento comunal de Venezuela.

La política y el Estado están plenamente en el centro de la vida de los consejos comunales. Los líderes de ellos frecuentemente se encuentran en ambos lados de la línea que separa la sociedad civil y el activismo político. Así, por ejemplo, las reuniones de los consejos algunas veces dedican tiempo a discutir la estrategia y logística electoral. Después que fue creado en 2007, el PSUV se dedicó a la campaña de los candidatos chavistas en las comunidades, de manera que los consejos comunales se apartaron en gran parte de esa actividad. No obstante, a principios de 2009, la Ministra de Participación y Protección Social Erika Farías invitó a los consejos comunales a formar brigadas para hacer campañas a favor de la enmienda constitucional propuesta por Chávez, la cual consistía en permitir la reelección indefinida para todos los cargos elegibles, una proposición que fue aprobada en un referéndum realizado el 15 de febrero. La actividad electoral de los miembros de los consejos comunales y otros programas sociales financiados por el gobierno opacaron al PSUV en esa campaña.

Algunos escritores de tendencia izquierdista enfatizan la lucha de las organizaciones sociales venezolanas, incluso los consejos comunales, para lograr la autonomía absoluta frente al Estado y el partido. Estos analistas incluyen a activistas y escritores venezolanos, como Roland Denis, Javier Biardeau y Rafael Uzcátegui (del periódico anarquista El Libertario ). (6) John Holloway, un reconocido teórico quien defiende este punto de vista, declaró en la ocasión del Foro Social Mundial en Caracas en 2006: “ El gran peligro que hay en Venezuela…es que el movimiento desde arriba vaya tragando y comiendo al movimiento desde abajo, como pasó en la Unión Soviética y en Cuba”. (7)

La fijación en la autonomía absoluta, sin embargo, puede ser exagerada. Los programas sociales y las organizaciones que ellos crean – y no los movimientos sociales autónomos – representan la columna vertebral del movimiento chavista. Antes de la elección de Chávez en 1998, Venezuela carecía de la clase de movimientos sociales vibrantes bien organizados que prepararon el camino para la elección de Evo Morales en Bolivia y Rafael Correa en Ecuador. Durante muchos años en Venezuela, los movimientos de vecinos y de cooperativas de trabajadores eran independientes del Estado, pero no prosperaron ni jugaron un papel fundamental en las vidas de los venezolanos no privilegiados.

Por contraste, la inyección del gobierno de Chávez de grandes sumas de dinero en los consejos comunales y otros programas sociales ha servido para estimular a los sectores marginales y mostrarles formas de tomar control de sus vidas. Específicamente, recursos del Estado tales como asignaciones a los proyectos de los consejos comunales, préstamos a las cooperativas de trabajadores, y becas para estudiantes inscritos en programas educacionales especiales (conocidos como “misiones”) han sido esenciales en activar a la población en forma organizada. A pesar de la dependencia financiera del Estado, los Chavistas de la base que participan en estos programas tienden a ser críticos y su apoyo al gobierno es lejos de ser incondicional. Así se explica, por ejemplo, la derrota de Chávez en el referéndum constitucional de 2007. (8)

Para los Chavistas, el camino revolucionario consiste en el proceso en el cual la gente gana el control de sus vidas en las áreas donde vive, más que en el lugar de trabajo (como abogan los comunistas, trotskistas y otros Chavistas de línea dura). Esta prioridad se refleja en la mayor cantidad de recursos y mayor atención otorgadas a los consejos comunales, que lo recibido por las empresas administradas por los trabajadores.

Los consejos comunales están sujetos a una multitud de problemas, que incluyen deficiencia en el manejo de las finanzas, el dilema del “free rider” en el cual el vecino recibe pero no contribuye, y el escepticismo profundamente arraigado entre muchos miembros de la comunidad hacia las intenciones de los líderes vecinales. Los pro-Chavistas quienes escriben sobre los consejos comunales y otros programas sociales, si bien proveen información útil e interesante, generalmente eluden estos asuntos espinosos. (9) Los medios pro-gobierno también esquivan la discusión abierta de los problemas engorrosos de este tipo, aún cuando ellos frecuentemente hacen referencia de los consejos comunales. Además, dentro del PSUV falta el debate crítico. Al evitar los problemas esenciales, el liderazgo chavista termina glorificando los consejos comunales y creando el mito que ellos son una panacea para los incontables problemas, una idea que puede estar diseñada para pagar dividendos electorales. Esta falla es particularmente seria dado la intención del gobierno de priorizar el financiamiento del programa en 2009.

A medida que los consejos comunales ganan experiencia, están en desarrollo dos procesos cargados de tensión. Primero, los sectores marginales y semi-marginales de la población ganan confianza y experiencia en la toma de decisión colectiva. Segundo, los pasos hacia la institucionalización están diseñados para crear mecanismos viables que monitoreen y se eviten los proyectos mal concebidos y la malversación de los fondos públicos.

Pero el esfuerzo por lograr un equilibrio entre la incorporación, por una parte, y la institucionalización, por la otra, no es nada sencillo. Los mecanismos y procedimientos para asegurar la eficiencia no pueden ser impuestos todos de una vez. La participación masiva y continua de los no privilegiados depende de la flexibilidad y comprensión de los encargados del financiamiento público.

“Nosotros no acosamos los voceros de los consejos, y en ciertas situaciones les damos el beneficio de la duda,” dice Marisol Pérez del gobierno del estado Anzoátegui. “Después de todo, muchos de ellos son novatos, quienes pudieran fácilmente dejar de participar si perciben que los obstáculos son demasiado grandes.”

Además de las dimensiones sociales e institucionales, un tercer objetivo es político: la movilización de los que se benefician de los consejos comunales para defender al gobierno frente a una oposición intransigente con grandes recursos. En efecto, lograr objetivos claros y no siempre compatibles es un reto formidable para el camino novedoso hacia el socialismo en Venezuela.

Steve Ellner ha sido profesor en la Universidad de Oriente en Puerto La Cruz, Venezuela, desde 1977. Su Rethinking Venezuelan Politics: Class, Conflict and the Chávez Phenomenon (Lynne Rienner Publishers) saldrá en carátula blanda en octubre, y luego en español.

* Este articulo originalmente salió publicado en el numero de mayo-junio de “NACLA: Report on the Americas”. Fue traducido por Giomar Salas de la Universidad de Oriente con la ayuda de Eligio Damas (http://deeligiodamas.blogspot.com).

1. Luis Bonilla-Molina y Haiman El Troudi, Historia de la revolución bolivariana: pequeña crónica, 1948–2004 (Caracas: Impresos Publigráfica, 2005), p. 232.

2. Hugo Chávez, Ahora la batalla es por el sí: discurso de presentación del Proyecto de Reforma Constitucional (Caracas: Biblioteca Construcción del Socialismo, 2007), p. 63–65.

3. Steve Ellner, Rethinking Venezuelan Politics: Class, Conflict and the Chávez Phenomenon (Lynne Rienner Publishers, 2008), p. 176–80.

4. Américo Martín, “Segunda Parte,” en Martín y Freddy Muñoz, Socialismo del siglo XXI: huida en el laberinto? (Caracas: Editorial Alfa, 2007), p. 160–70.

5. Teodoro Petkoff, “Comuna Comeflor,” Tal Cual , 30 de septiembre de 2008.

6. Ver Roland Denis, “Venezuela: The Popular Movements and the Government,” International Socialist Review 110 (primavera 2006), p. 29–35; Hilary Wainwright, “Democracy Diary,” Red Pepper , diciembre de 2007. Para una discusión sobre la autonomía del movimiento social venezolano, ver George Ciccariello-Maher, “Dual Power in the Venezuelan Revolution,” Monthly Review 59, no. 4 (septiembre 2007), p. 42–56.

7. Citado en María Pilar García-Guadilla y Carlos Lagorio, “La cuestión del poder y los movimientos sociales: reflexión pos-Foro Social Mundial Caracas 2006,” Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales 12, no. 3 (diciembre de 2006).

8. Sujatha Fernandes, In the Spirit of Negro Primero: Urban Social Movements in Chávez’s Venezuela (Duke University Press, 2010).

9. Enrique Rodríguez, “Política social actual: una visión desde el gobierno,” en Thais Maingon, ed., Balance y perspectiva de la política social en Venezuela (Caracas: ILDIS and CENDES, 2006), p. 281–90.

Crisis capitalista: la racionalidad del abismo


Sodepaz


El pasado 20 de enero, un joven y brillante millonario irlandés, Patrick Rocca, lanzado al firmamento empresarial por el globo inmobiliario, sucumbió al vértigo de la caída irremediable. Propietario de la Accorp Properties, amigo de Blair y Clinton, dueño de mansiones en Dublín y Marbella, socio de los más exclusivos clubs privados de Inglaterra, buen jugador de tenis, buen degustador de vinos, no pudo soportar la ruina del Anglo-Irish Bank y se quitó la vida de un disparo en la cabeza.

Quince días antes, el 5 de enero, uno de los 100 hombres más ricos del mundo, el alemán Adolf Merckle, 75 años, propietario de un holding empresarial para el que trabajaban 100.000 personas, sintió el repentino desvalimiento de un jubilado, renunció a seguir negociando su imperio con 20 bancos y se arrojó a la vía del tren. El mismo gesto había acabado un mes antes con la vida del millonario neozelandés Kirk Stephenson, director de operaciones de una compañía de inversiones afectada por la quiebra de Lehman Brothers.

También el 5 de enero, el día en que Adolf Merckle imitaba a Ana Karenina, se suicidó dentro de su lujoso Jaguar el presidente de una de las inmobiliarias más importantes de EEUU, Steven Good, desesperado ante la idea de no poder seguir construyendo y vendiendo casas. Dos semanas antes, el financiero francés, René-Thierry Magon de la Villehuchet, cofundador de Access Internacional Advisor y gestor de 1.000 millones de euros arrojados a las arenas movedizas de Madoff, se había cortado las venas en su despacho en Nueva York. Al menos otros cuatro analistas e inversores estadounidenses, Eric von der Porten, Barry Fox, Edwin Rachleff y Scott Coles, todos ellos ricos y felices hasta pocos días antes, decidieron a finales del año 2008 interrumpir una existencia despojada de pronto de todo sentido.

Los ricos se suicidan: es que hay una crisis del capitalismo.

El 31 de julio del año 2002, Pedda Narsamna, campesina india de 50 años, se ahorcó en la aldea de Pandi Parthi abrumada por las deudas, dejando a los ocho miembros de su familia sumidos en la más negra desolación. En noviembre de 2008, Anil Khondwa Shinde, un pequeño agricultor del distrito de Vidarba, en el Estado indio de Maharashtra, se suicidó a los 31 años ingiriendo el potente pesticida que le habían proporcionado los mismos proveedores a los que no podía pagar los préstamos adelantados para comprarlo. Shankara Mandaukar, otro campesino de Napgur, en la India Central, había hecho lo mismo pocos días antes: viendo amenazadas sus pobres tierras por el impago de deudas, se bebió un tazón del insecticida químico que había contribuido a su ruina.

Según datos oficiales, entre los años 1997 y 2005, más de 150.000 campesinos se han suicidado en la India, despojados de sus tierras o arruinados por las grandes multinacionales de la alimentación, con Monsanto a la cabeza, que controlan el negocio de las semillas y los pesticidas. En los últimos seis meses, se han suicidado 9 millonarios en todo el mundo; es decir, una media de 1 millonario cada 20 días. Desde el año 1997, sólo en la India se ha suicidado un campesino cada 32 minutos; 1 cada 30 minutos a partir del año 2002.

Los pobres se suicidan: es que hay sencillamente capitalismo1.

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El año 29 fijó para siempre la imagen del apocalipsis económico: la de los edificios de Wall Street vomitando por todas sus ventanas a los millonarios de Nueva York. En realidad, sólo fueron dos los que saltaron al vacío, pero la caricatura es certera, porque expresa -junto al deseo fabuloso de una purga igualitaria- la desigualdad fascinante del capitalismo2. El hambre, la miseria, el paro, la enfermedad, el dolor de 4.000 millones de seres humanos no merecen la intervención de los expertos, la atención de los periodistas, la reunión del G-20: demuestran más bien la salud del sistema. Ni siquiera dan para una tragedia griega o una peripecia hollywoodiense. El drama empieza allí donde la riqueza ha producido previamente unapersonalidad ; la crisis adquiere rango sistémico, universal, cósmico, cuando alcanza la lista Forbes. ¿900 millones de hambrientos? Nos los podemos permitir. ¿La mitad de la población del planeta sin agua potable? Esto funciona. ¿16.000 especies en peligro de extinción? Trillones de dólares giran sin descanso en los circuitos financieros. ¿El número de milmillonarios pasa de 1125 a 793? Es la crisis. Al capitalismo le es indiferente si entre los diez hombres más ricos del mundo está Amancio Ortega, pero le es indispensable jerarquizar la riqueza; no le importa quiénes forman parte de la lista, a condición de que la lista exista, sume crecientes fortunas y promueva rivalidades deportivas. Desgraciadamente no es una ilusión alienante ni una manipulación propagandística: si los campesinos indios se quitan la vida, las empresas mejoran sus balances; si los millonarios se suicidan, si pierden dinero, si ven reducido su patrimonio en un 23%, todos estamos en peligro. Dependemos de ellos. La racionalidad económica del sistema es inseparable de su irracionalidad general: si funciona, el capitalismo condena a la pobreza y la marginación a la mitad del planeta; si deja de funcionar, se lleva por delante también a la otra mitad. La única especie que la humanidad debe proteger, la única a la que no podemos renunciar -ni osos ni elefantes ni árboles- está incluida, no en la clasificación de Linneo, no, sino en el ranking plutocrático de la revista Forbes.

Nadie puede negar la superioridad del capitalismo. Funciona: ha producido más riqueza, más bienestar, más soluciones que ningún otro modo de producción histórico. Funciona: ha producido más pobreza, más malestar, más problemas que ningún otro modo de producción histórico. En términos económicos no sólo es superior; es también insuperable. Lleva dentro, como su motor y su maldición, la necesidad de revolucionar ininterrumpidamente las fuerzas productivas, moldear las sociedades, reorganizar los territorios, saturar el espacio, colonizar el tiempo, multiplicando en su camino, con fertilidad taumatúrgica, como en un cuento de hadas, los alimentos, las máquinas, los edificios, las medicinas, los libros, los placeres; y también, y al mismo tiempo, el hambre, las ruinas, las enfermedades, la ignorancia, los dolores. Al contrario que al socialismo, nadie puede reprochar al capitalismo sus muertos, sus marginados, sus represaliados, sus perseguidos, porque su objetivo declarado no es el hombre y sus necesidades bioculturales sino la reproducción ampliada de su delirio y a ese propósito sirven por igual un automóvil y un cadáver, un granero y una guerra, la bulimia y la indigencia. Bajo el capitalismo, las crisis no se producen por una acumulación de cadáveres, epidemias o hambrunas -como en la visión de nuestros antepasados- sino por una acumulación destructiva de riqueza; sobreviene no cuando la humanidad sufre demasiado sino cuando sus sufrimientos no generan ya suficientes beneficios. Cuando estalla, el aumento del número de los cadáveres, las epidemias y las hambrunas no es tampoco -como lo era para nuestros antepasados- una consecuencia de la crisis: es más bien una solución.

Desde el punto de vista humano, el capitalismo ha consistido siempre en una crisis ininterrumpida; desde su racionalidad inmanente, lleva 35 años tratando de sustraerse a sus propios límites mediante expansiones centrífugas que han ido acompañadas, como recuerda el economista argentino Mario Rapoport, de una traca de crisis parciales y sucesivas: “la crisis monetaria en EE.UU. y la ruptura del patrón oro en 1971; el alza de los precios del petróleo en 1973 y 1979; la crisis de la deuda externa latinoamericana en 1982; el crac bursátil de Wall Street en 1987; las crisis de las cajas de ahorro estadounidenses en 1989; el crac japonés en 1990. Luego vienen las crisis periféricas de fin de siglo: la mexicana (1994), la del sudeste asiático (1997), la rusa (1998) y la brasileña (1999). Y a partir del nuevo siglo otro encadenamiento: el derrumbe de las punto.com en el 2000; las crisis en Turquía y en la Argentina (2001); la quiebras de Enron y World Com (2001 y 2002); las repercusiones financieras del atentando a las Torres Gemelas y de la invasión a Irak. Para culminar con la actual crisis de las subprime, que estalla en 2007 y a la cual se suman en 2008 las caídas de Lehman Brothers, las compañías hipotecarias Fannie Mae y Freddie Mac y la aseguradora AIG, más las de unos cuantos bancos europeos y norteamericanos”3. Cada una de estas crisis, espasmódica cornucopia de pompas de jabón, expresaba y exigía nuevas medidas de eso que con lapidaria precisión Atilio Borón ha llamado “contrarreformas” neoliberales, con un retorno a las condiciones laborales, políticas y antropológicas de la Revoluciòn Industrial4. Cada una de estas crisis retrasaba y anunciaba la Crisis que se abate ahora sobre un mundo sobrepoblado, rebañado hasta los huesos y armado hasta los dientes. Cualesquiera sean las discrepancias acerca del pronóstico, ni los más desvergonzados defensores del libre-mercado -los que siguen golpeándose el pecho en público- se atreverían a desmentir en privado el diagnóstico: “lo que ocurre es la desintegración del capitalismo como sistema-mundo, no porque no pueda garantizar el bienestar de la vasta mayoría (nunca ha podido hacer eso) sino porque ya no puede asegurar que los capitalistas tengan la incesante acumulación de capital que es su raison d’être”5. Cualesquiera sean las discrepancias sobre el desenlace, todos los pronósticos coinciden en que todas las soluciones -dentro o fuera del sistema- pasan por un aumento de los cadáveres, las epidemias y las hambrunas. La lista Forbes huele las yeguas del apocalipsis: unos, muy pocos, se suicidan; otros se reparten las ayudas de los gobiernos (o celebran cenas millonarias6); los demás afilan las tijeras para recortar puestos de trabajo, rebajar salarios y, llegado el caso, segar vidas. Los Estados del Bienestar (allí donde los había) suministran billones de dólares a los bancos, las aseguradoras y las empresas y psicoterapeutas a los despedidos y los parados7.

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Hay que estar muy loco para hacer un mínimo ejercicio de razón. Como estamos cuerdos, corremos a socorrer a un sistema irracional. En el orden inmanente del mercado, la lista del INEM depende de la lista Forbes. Aunque el “efecto derrame” no haya producido ni siquiera un goteo, aunque el poder adquisitivo de los asalariados descendiera durante las décadas prodigiosas de las pompas de jabón, es verdad que a los trabajadores -al menos en algunas regiones del planeta- les puede ir aún peor si el Estado no utiliza sus ahorros para sostener a los bancos y las empresas. Después de todo, los banqueros y empresarios son los donadores de créditos y salarios como los propietarios esclavistas eran donadores de casa, alimento y protección y los señores feudales eran donadores de tierra y seguridad. Si uno era esclavo, era mejor tener un amo, incluso uno severo, que morir de frío en la montaña perseguido por los perros; si uno era vasallo, era mejor tener un señor, aunque esquilmase las hijas y las cosechas, que verlas secuestradas o incendiadas por invasores sin piedad; si uno es un asalariado o aspira a serlo, es mejor tener un banquero y un empresario, por muy exigentes que sean, que buscar comida en la basura y dormir sobre cartones. Los tres -esclavismo, feudalismo y capitalismo- constituyen dispositivos funcionales de dependencia recíproca entre desiguales. El esclavismo era relativamente eficaz; el feudalismo era bastante eficaz; el capitalismo es eficacísimo. Pero al capitalismo, como al esclavismo y al feudalismo, no hay que reprocharles su ineficacia; hay que reprocharles su existencia.

La palabra “crisis” deriva del griego y pertenece originalmente al campo de la nosología: con ella se nombraba ese momento liminar en el que se decide el desenlace de una dolencia, en el que el cuerpo escenifica, por así decirlo, el “juicio final” a partir del cual se impone definitivamente la enfermedad o la salud. Krisis -”decisión”- procede de Krio -”yo separo, decido, juzgo”- y de ambos se desprende “crítica”, en el sentido en que usa Kant este término en el título de algunas de sus obras más conocidas. Una crisis, pues, es esa situación en la que se dirime el destino y se revelan los límites de un organismo vivo o una estructura compleja. Estamos en crisis. Estamos -es decir- en una coyuntura crítica en la que se decide la suerte, no de unos cuantos millones de seres humanos arrojados al fuego como combustible vivo, sino del sistema mismo que los sacrifica; y en la que ese sistema revela además los límites exteriores, absolutos, que su inmanencia viciosa ya no puede rebasar. ¿Cuáles son esos dos límites? El dolor y la naturaleza; el planeta cuerpo y el planeta tierra. El capitalismo, que ha producido más riqueza que ningún otro modo de producción anterior, sería perfecto y no sólo eficaz si, como Dios, crease sus propios recursos de la nada y si ser robado, golpeado, privado de alimentos, desnudado, humillado, despreciado y asesinado fuese placentero o, por lo menos, justo.

Hay un cupo de dolor, una prorrata de injusticia que ningún sistema puede sobrepasar sin generar resistencia. La propia eficacia del capitalismo lo transforma en el sistema más injusto de la historia. Que sea capaz de producir alimentos para alimentar tres veces a la población de la tierra, convierte el hambre de 965 millones de personas en un genocidio voluntario; que sea capaz de prolongar la vida hasta los 80 años en determinadas franjas geográficas y sociales, convierte en un crimen imputable la media de edad de Sierra Leona, Haiti o Bangladesh; que sea capaz de trasplantar órganos, fabricar prótesis, modificar genes, convierte la disentería, el dengue y la malaria, que matan a millones de personas y podrían curarse con un puñadito de píldoras, en una puñalada intencionadamente mortal. El dolor es doblemente dolor en un mundo con televisión; la injusticia es doblemente injusticia en un mundo globalizado y transparente. La resistencia es inevitable; nada garantiza, en cambio, que haya de ser inteligente, ordenada, razonable, socialista. La mística, filósofa y obrera Simone Weil escribía: “El que tiene los miembros desechos por una jornada de trabajo lleva en su carne como una espina la realidad del Universo. Para él la dificultad es mirarlo y amarlo”8. Cuando se lleva clavada la espina de la realidad en el cuerpo y en el alma, uno no se para a mirar -a razonar- la zarza en la que está atrapado. La resistencia puede parecerse -se parece ya- al mundo que quiere sacudirse de encima: subpolítica, biológica, espasmódica, individual.

El capitalismo no saca sus recursos de un sombrero sino del mundo, donde hay un poquito de agua, un poquito de viento, un poquito de aire y un poquito de tierra. Por mucho que se trate de huir hacia las pompas de jabón, ahí está el límite exterior que detiene todos los delirios de beneficios sin freno. Podemos imaginar quizás una civilización que con la formidable riqueza capitalista hubiese hecho algo mejor que Hollywoods, McDonalds y centros comerciales, pero lo que ya no podemos imaginar es una sociedad viable con esos niveles de riqueza, ni bien ni mal repartida. La crisis revela el veneno mortal inscrito en el concepto central, irrenunciable, de la economía capitalista: el crecimiento. Dependemos irracionalmente de una racionalidad inmanente que impone como natural la explotación entre desiguales; dependemos irracionalmente de una racionalidad inmanente que exige como la única salida posible la destrucción del planeta. No crecer empequeñece; decrecer mata; salvar las condiciones mismas de toda supervivencia precipita el apocalipsis. La crisis, que es de sobreproducción, sólo puede superarse, o al menos contenerse, con sobreconsumo, que es como decir que la única solución frente a la escasez de petróleo es utilizar más el coche o la única solución frente a la sequía es dejar el grifo abierto las 24 horas del día. La responsabilidad última de la crisis -nos dicen los gobiernos y los economistas- no la tienen los bancos ni las aseguradoras ni las financieras ni las empresas sino los consumidores, que compran menos casas y menos coches, gastan menos luz y menos teléfono y van menos al supermercado. Mientras militantes de todo el mundo insisten en el carácter social y ecológicamente destructivo del consumo irresponsable, EEUU suministrará una ayuda adicional de un billón de dólares a los bancos para créditos al consumo; e incluso el secretario general de CCOO en Castilla y León, Ángel Hernández , ha pedido el aumento del consumo como una de las medidas “voluntaristas”, casi militantes también, destinadas a amortiguar las consecuencias de la crisis económica: “Hernández” -dice El Mundo- “se dirigió a aquellos trabajadores y trabajadoras que tienen "su empleo asegurado" para que "muevan el dinero"9. La crisis obliga a acelerar la cabalgada hacia el abismo y habría que estar loco para no ceder a esta locura. En España hay 3.000.000 de casas vacías y la relatora especial de NNUU, Raquel Rotnik, ha señalado la hybris de la construcción como causa directa de la crisis y paradójica suspensión del derecho básico a la vivienda en nuestro país, pero se insiste, como solución, en que “hay suelo municipal y autonómico para construir 625.000 viviendas sociales” y salvar así al mismo sector inmobiliario privado que nos ha llevado a la ruina10. En el mundo hay 1.000 millones de automóviles, responsables de la mayor parte de la contaminación ambiental; el ártico se derrite, el cambio climático mata todos los años a 13 millones de personas y los agrocombustibles agravan la crisis alimentaria en grandes zonas del planeta, pero no podemos dejar de recibir como una pésima noticia -una tragedia dantesca que requiere una intervención de emergencia- el descenso vertiginoso de la venta de coches en Europa y EEUU (casi un 47% al cierre del año 2008 en España). Esa es la racionalidad inmanente del capitalismo: sería un suicidio no apoyar una economía que acabará matándonos. Esa es la lección paradójica de la crisis: sería una irresponsabilidad, una inmoralidad, un crimen, no serrar la rama en la que estamos precariamente sentados. Y todos -como decía Brecht- nos ponemos a inventar sierras.

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La “decisión” (crisis) del capitalismo es también una decisión nuestra. Cualquier proyecto alternativo debe aceptar esos límites que el socialismo estalinista -productivista y desarrollista- tampoco aceptó nunca y que obligan a cuestionar radicalmente el vínculo ideológico fraudulento entre supervivencia y crecimiento y, más allá, entre bienestar y crecimiento. Sin duda cabe imaginar, como decíamos, una civilización injusta más elegante que hubiera utilizado los enormes recursos del capitalismo para producir obras estética y culturalmente superiores, pero lo que la crisis revela asimismo es toda la potencia destructiva de la búsqueda capitalista de esa triada platónica inscrita en la tradición intelectual occidental: lo bueno, lo bello, lo verdadero. Nos olvidamos de que la naturaleza es una limitada chapuza, de que nuestros cuerpos están sujetos con alfileres, de que la historia ha retrocedido muchas veces. Lo bueno, si no es generalizable, es malo; lo bello, si cuesta la vida a mucha gente, es feo; lo verdadero, si es injusto, es falso. Frente a esa triada históricamente irrealizable, debemos reivindicar lo regular, lo bonito, lo aproximado, como lo único realmente compatible con la supervivencia de la naturaleza y de la civilización humana. Por eso lo regular es más bueno que lo bueno; lo bonito es más bello que lo bello; y lo aproximado es más verdadero que lo verdadero.

Lo contrario de krisis es kairos , que en la filosofía griega y romana era la “oportunidad”, el “momento justo”, la grieta temporal de la intervención divina. La krisis es también nuestro kairos . ¿Sabremos aprovecharlo? Si exceptuamos esa luz embrionaria que se forma lenta y vacilante en América Latina, la situación del mundo no invita a la esperanza. La resistencia, decíamos, se parece al mundo contra el que se levanta. Lo bueno, lo bello, lo verdadero, conceptos asociados a la publicidad y el consumo de mercancías y, por lo tanto, al espasmo individual -doloroso o placentero-, constituyen ya, en un mundo globalizado y transparente, la ideología dominante de las clases dominadas. De lo regular, lo bonito y lo aproximado, condiciones de toda salvación política, nos separa no sólo la lista Forbes sino el propio deseo subjetivo de los seres humanos, atrapado en la racionalidad inmanente del capitalismo y en sus dependencias suicidas: “buscaré sólo mi supervivencia, aunque para ello tenga que matarme también a mí mismo”.

¿Será el kairos del fascismo? ¿El de la barbarie? ¿El de la extinción, al mismo tiempo, de la especie Forbes y de la especie humana? Nunca hemos estado peor preparados para una “decisión” y nunca ha hecho tanta falta una intervención. El planeta cuerpo y el planeta tierra crujen bajo nuestros pies, crujen con nuestros pies. Dejemos al menos de inventar sierras.

NOTAS

1Sobre la intervención de Monsanto en la India y en otros lugares del mundo: Marie-Monique Robin, El mundo según Monsanto , Editorial Península, Madrid 2008. Particularmente el capítulo India: las semillas del suicidio , pag. 425-444.

2Sobre la leyenda urbana de los suicidios en la crisis del 29, ver Nina Shen Rastogi, ¿Por qué no se arrojan por las ventanas los ejecutivos? , State Magazine (versión española en http://www.rebelion.org/noticia.php?id=73271)

3Mario Rapoport, Diez razones de la crisis internacional, Diario Página 12, (http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-120749-2009-03-01.html).

4Atilio Borón, Estado, capitalismo y democracia en América Latina , editorial Hiru, Hondarribia 2008.

5 Inmanuel Wallerstein, Enseñanzas de Brasil , Diario La Jornada ( http://www.jornada.unam.mx/2009/03/15/index.php?section=opinion&article=026a1mun )

6http://www.rebelion.org/noticia.php?id=74139

7http://www.elmundo.es/elmundo/2009/03/08/internacional/1236518113.html

8Simone Weil Oeuvres , Quarto Gallimard, París 1999.

9 ( http://www.elmundo.es/elmundo/2009/02/13/castillayleon/1234555196.html )

10http://www.elmundo.es/elmundo/2008/10/09/suvivienda/1223575875.html

Enlace al original: http://sodepaz.es/index.php?option=com_content&task=view&id=1025&Itemid=1


La actual crisis financiera y económica mundial a la luz del bien común de la tierra y de la humanidad



ALAI

Miguel d’Escoto Brockmann


Muy queridos Presidentes
Primeros Ministros
Cancilleres
Señores Ministros
Excelencias
Señor Secretario General
Hermanas y hermanos todos:

Estamos todos aquí reunidos, los representantes de los Estados y de los gobiernos del mundo porque vivimos un momento singularísimo de la historia humana, en el cual está en juego nuestro futuro común. Somos ciudadanos de diferentes naciones y, al mismo tiempo, somos ciudadanos planetarios, viviendo relaciones múltiples de interdependencia de todos con todos.

Una Arca de Noé que salve a todos


En este momento crítico, debemos todos sumar esfuerzos para evitar que la crisis global, con sus muchos y diferentes rostros, se transforme en una tragedia socioambiental y humanitaria. Los retos de las diferentes crisis están todos interconectados y nos obligan a nosotros, representantes de los pueblos de la Tierra, a proclamar nuestra responsabilidad unos hacia los otros y a que juntos, con gran esperanza, busquemos soluciones incluyentes. Ningún mejor lugar que esta sala de la Asamblea General de las Naciones Unidas para hacerlo. Esta es por antonomasia la sala de la inclusividad democrática mundial, Sede del G192. Obviamente que cada Estado tiene la opción de definir su nivel de participación, de conformidad con la importancia que le asigne al tema de cada reunión.

No es humano ni responsable construir una Arca de Noé que salve solamente al sistema económico imperante dejando a la gran mayoría de la humanidad a su propia suerte, sufriendo las nefastas consecuencias de un sistema impuesto por una irresponsable, aunque poderosa minoría. Tenemos que tomar colectivamente un conjunto de decisiones que atiendan, lo más posible, a todos, incluyendo la gran comunidad de vida y la Casa Común, la Madre Tierra.

Superar el pasado y construir el futuro

Antes que nada, necesitamos superar un pasado agobiante y forjar un futuro esperanzador. Hay que reconocer que la actual crisis económico-financiera es el último resultado de un modo egoísta e irresponsable de vivir, de producir, de consumir, de establecer relaciones entre nosotros y con la naturaleza que implicó una sistemática agresión a la Tierra y a sus ecosistemas y una profunda disimetría social, una expresión analítica que disimula una perversa injusticia social planetaria. A mi juicio, hemos llegado a la última frontera. El camino hasta ahora recorrido, parece haberse cerrado y, de continuar así, puede llevarnos al mismo destino ya anticipado por los dinosaurios.

Por eso, los controles y las correcciones del modelo vigente, sin duda, necesarios, son a mediano y a largo plazo, insuficientes. Su fuerza interna para hacer frente a la crisis global se muestra extremamente débil. Quedarse en solo controles y correcciones del modelo demostraría una cruel falta de sensibilidad social, de imaginación y de compromiso con la creación de una paz justa y duradera. El egoísmo y la codicia no se pueden remendar. Tienen que ser sustituidos por la solidaridad y eso, obviamente, implica un cambio radical. Si realmente lo que queremos es una paz estable y duradera, debemos estar absolutamente claros que debemos ir más allá de controles y correcciones del modelo existente y crear algo que apunte hacia un nuevo paradigma de convivencia social.

En esta perspectiva, es imperativo buscar lo que la Carta de la Tierra llama un “modo sostenible de vivir”. Esto implica una visión compartida de valores y de principios que propicien una forma distinta de habitar este mundo y que garanticen el buen vivir de las presentes y de las futuras generaciones. Si grande es el peligro que todos enfrentamos ante los diversos problemas convergentes, más grande es aun la oportunidad de salvación que la crisis mundial nos está ayudando u obligando a descubrir. Hemos construido una economía globalizada. Ahora es el momento de crear una política y una ética globalizadas a partir de las muchas experiencias y tradiciones culturales de los diferentes pueblos.

La Madre Tierra y la ética planetaria

Una ética nueva presupone una óptica nueva. Es decir, una visión del mundo diferente origina, también, una ética diferente, una forma nueva de interrelacionarnos.

Hay que incorporar la óptica que nos viene de las así llamadas ciencias de la Tierra según las cuales la Tierra está insertada dentro de un vasto y complejo cosmos en evolución. Ella está viva, es la Madre Tierra, expresión aprobada por esta Asamblea el pasado 22 de abril. La Madre Tierra se auto regula, articulando, con un equilíbrio sutil, lo físico, lo químico y lo biológico de tal forma que se hace siempre propicia a la vida. Ella produjo una comunidad de vida única dentro de la cual emergió la comunidad de la vida humana – la Humanidad - como la parte consciente e inteligente de la misma Tierra.

Esta concepción contemporánea se compagina con la ancestral visión de la Humanidad y de los pueblos originarios para los cuales la Tierra siempre fue y es venerada como Madre, Magna Mater, Inana, Tonantzín, como la llamaban los náhuatl en mi patria Nicaragua, o Pacha Mama, como la llaman los aymaras en Bolivia.

Crece más y más la conciencia de que todos somos hijos e hijas de la Tierra y a ella pertenecemos. Tal como nos ha recordado muchas veces el Presidente Evo Morales, ella puede vivir sin nosotros, pero nosotros no podemos vivir sin ella.

Nuestra misión como humanos es la de ser los guardianes y los cuidadores de la vitalidad y de la integridad de la Madre Tierra. Lamentablemente, a raíz de nuestro excesivo consumo y despilfarro, la Tierra ha ultrapasado ya en 40% su capacidad de reposición de los bienes y servicios que generosamente nos ofrece.

Esta visión de la Tierra viva es testimoniada por los astronautas que desde sus naves espaciales confesaron, admirados, que Tierra y Humanidad constituyen una única realidad. Vivenciaron lo que se llamó el “Overview Effect”, es decir, la percepción de que estamos tan unidos a la Tierra que nosotros mismos somos Tierra: Tierra que siente, que piensa, que ama y que venera.

Esa óptica nos evoca respeto, veneración, sentimiento de responsabilidad y de cuidado por nuestra Casa Común, actitudes extremamente urgentes de cara a la actual degradación generalizada de la naturaleza.

De esta nueva óptica nace una nueva ética. Una nueva forma de interrelacionarnos con todos los que viven en nuestra morada humana y con la naturaleza circundante. Hoy la ética o será planetaria o no será ética.

Puntos axiales de una ética del bien común

La primera afirmación de esta ética planetaria consiste en proclamar y salvaguardar el Bien Común de la Tierra y de la Humanidad. Partimos del presupuesto de que la comunidad de pueblos es simultáneamente una comunidad de bienes comunes. Estos no pueden ser apropiados privadamente por nadie y deben servir a la vida de todos, de las presentes y de las futuras generaciones y de la comunidad de los demás seres vivientes.

El Bien Común de la Humanidad y de la Tierra tiene las características de universalidad y de gratuidad. Es decir, tiene que involucrar universalmente a todas las personas, los pueblos y la comunidad de vida. De este Bien Común Mundial nadie y ningún ser pude ser excluido. Además, por su naturaleza, es algo gratuitamente ofrecido a todos y, por eso, no debe ser objeto de compra o venta ni ponerse bajo la lógica de la competencia. Por otra parte, debe ser continuamente construido por todos sin que por ello el Bien Común deje de ser común.

¿Cuáles son los bienes fundamentales que constituyen el Bien Común de la Humanidad y de la Tierra? El primero es, sin duda, la propia Tierra. ¿A quién pertenece la Tierra? La Tierra pertenece, no a los poderosos que se apropiaron de sus bienes y servicios, sino al conjunto de los ecosistemas que la componen. Es un don del universo que surgió en nuestra Vía Láctea a partir de un sol ancestral ya desaparecido que originó el sol actual alrededor del cual la Tierra gira como uno de sus planetas. Por el hecho de ser viva y generadora de todos los seres vivientes, tiene dignidad (dignitas Terra). Esta dignidad reclama respeto y veneración y hace que ella sea portadora de derechos: derecho de ser cuidada, protegida y mantenida en condiciones de poder continuar produciendo y reproduciendo vidas.

Tenemos todavía que reconocer que el modo de producción que se globalizó en su voracidad industrialista ha, en gran medida, desvastado la Tierra y, así mismo, dañado también el Bien Común de la Tierra y de la Humanidad. Es urgente que busquemos otros caminos más humanos y más favorables a la vida: los caminos de la justicia y de la solidaridad que son los caminos que conducen a la paz y a la felicidad.

En seguida tenemos a la biósfera de la Tierra como un patrimonio común de toda la vida de la cual la Humanidad es su tutora. Pertenecen al Bien Común de la Humanidad y de la Tierra, como decía ya en 1972 la Conferencia de la ONU sobre Medio Ambiente, “todos los recursos naturales de la Tierra, incluyendo el aire, los suelos, la flora, la fauna y en especial las muestras representativas de los ecosistemas naturales”.

Especialmente el agua, los océanos y los bosques pertenecen al Bien Común de la Humanidad y de la Tierra. El agua es un bien natural, común, esencial e insustituible y todos tienen derecho al acceso a ella, independientemente de los costos implicados en su captación, reserva, purificación y distribución que serán asumidos por el poder público y por la sociedad. Por eso, nos preocupa enormemente el afán de privatizarla y transformarla en mercancía con la cual, sin duda, se puede ganar mucho dinero. Agua es vida y la vida es sagrada y no objeto de trueques. Esta Asamblea quiere apoyar los esfuerzos para llegar a un Pacto Internacional del Agua con una gestión colectiva para garantizar a todos este bien tan vital.

Algo semejante hay que decir de los bosques, especialmente los tropicales y subtropicales, en donde se encuentra la mayor biodiversidad y concentración de humedad necesaria a la vitalidad de la Tierra. Son los bosques los que impiden que los cambios climáticos inviabilicen la vida en el planeta, porque son los grandes secuestradores de dióxido de carbono. Sin bosques no hay vida ni biodiversidad. Los océanos son los grandes repositorios de vida, los reguladores de los climas, los equilibradores de la base física y química de la Tierra. Bosques y océanos constituyen una cuestión vital y no sólo ambiental.

Los climas de la Tierra pertenecen al Bien Común de la Humanidad y de la Tierra. La resolución 43/53 del 6 de diciembre de 1988 de esta Asamblea General de la ONU sobre “Protección del Clima Global para las Generaciones Presentes y Futuras,” reconoce los climas como Patrimonio Común de la Humanidad (Common Concern of Humankind) porque “son una condición esencial de la manutención de la vida en la Tierra”. El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, más conocido como IPCC, por sus siglas en inglés, considera “los cambios climáticos una preocupación común de la Humanidad que debe ser tratada globalmente con una responsabilidad compartida”.

Pero el gran Bien Común de la Humanidad y de la Tierra es la propia Humanidad como un todo. Tiene un valor intrínseco supremo y representa un fin en sí mismo. Es parte del reino de la vida, altamente compleja, capaz de conciencia, sensibilidad, inteligencia, fantasía creadora, amor y apertura al Todo.

Hay en todas las culturas la clara percepción de que la Humanidad es portadora de una inviolable dignidad. Cometen crimen contra la Humanidad los que hacen guerras y construyen una máquina de muerte que puede eliminar de la faz de la Tierra la vida humana y dañar profundamente la biósfera.

Por eso, mis queridos hermanos y hermanas, ya no debemos esperar. Es imprescindible proceder cuanto antes a la abolición de armas nucleares por completo, no simplemente reducción o no proliferación. Urge establecer la norma de cero tolerancia para armas nucleares, para todos en general sin excepciones. Un encuentro de todos los poseedores de armas nucleares para tomar decisiones sobre ésto es ya algo inaplazable. Estamos viviendo un momento propicio para ésto y no debemos desaprovecharlo. El mundo tampoco puede seguir tolerando la obscenidad de los cada vez mas astronómicos gastos en armamentos mientras se ofrecen irrisorias cantidades para sacar a la mitad de la humanidad de niveles de pobreza inexcusables que, además, constituyen una bomba de tiempo contra todos. La violencia genera violencia y mantener a gente en hambre y niveles infrahumanos de existencia es la peor violencia.

Estrategias para la superación de la crisis


En este momento de la historia bajo la crisis global y a la luz del Bien Común de la Tierra y de la Humanidad, se hace necesario tomar colectivamente medidas de corto y mediano plazo para mantener a la sociedad funcionando, por un lado y para sentar las bases de nuevas formas de vivir sus- tentablemente, por el otro. Cinco ejes fundamentales podrían dar coherencia a las nuevas iniciativas que busquen construir alternativas y también orientar numerosas prácticas que serán discutidas en estos días aquí en la Asamblea General.

Primero: la utilización sostenible y responsable de los escasos recursos naturales. Esto implica superar la lógica de la explotación de la naturaleza y fortalecer la relación de respeto y de sinergia.

Segundo: devolver a la economía su debido lugar en el conjunto de la sociedad, superando la visión reduccionista que la hizo el gran eje estructurador de la convivencia humana. La economía debe ser respetuosa de valores y no fuente de valores; debe ser vista como la actividad destinada a crear, dentro del respeto de las normas sociales y ecológicas, las bases de la vida física, cultural y espiritual de todos los seres humanos sobre el planeta.

Tercero: generalizar la democracia a todas las relaciones sociales y a todas las instituciones. No solamente aplicarla y profundizarla en el campo político, con una nueva definición del Estado y de los organismos internacionales, sino también ampliarla al área de la economía, de la cultura y de la relación entre hombres y mujeres para que sea un valor universal y verdaderamente una democracia sin fin.

Cuarto: forjar un ethos mínimo desde el intercambio multicultural y desde las tradiciones filosóficas y religiosas de los pueblos, a fin de que puedan participar en la definición del Bien Común de la Humanidad y de la Tierra y en la elaboración de nuevos valores.

Quinto: potenciar una visión espiritual del mundo que haga justicia a las búsquedas humanas por un sentido trascendente de la vida, de la labor creativa de los humanos y de nuestro corto tránsito por este pequeño planeta.

La concretización de estos cinco ejes fundamentales es esencial para lograr el buen vivir personal, social y planetario. Este se alcanza a través de una economía de lo suficiente y decente para toda la comunidad, viviendo en comunión con los demás seres humanos, con la naturaleza y con el Todo del cual somos parte.

Aquí se dan las bases para una biocivilización que tiene como centralidad la vida, la Tierra y la Humanidad, cuyos ciudadanos se sienten hijos e hijas de la alegría y no de la necesidad.

Cuatro principios éticos fundamentales

Todos estos retos no serán adecuadamente respondidos si no cambiamos nuestras mentes y nuestros corazones y no creamos espacio para la emergencia y el desarrollo de otras dimensiones esenciales del ser humano. El uso exclusivo y abusivo de la razón instrumental-analítica en los tiempos modernos nos ha hecho sordos al clamor de la Tierra e insensibles a los gritos de los oprimidos que son las grandes mayorías de la Humanidad. En lo más hondo de nuestra naturaleza humana somos seres de amor, de solidaridad, de compasión y de comunión. Por eso hay que enriquecer la razón analítica con la razón sensible, emocional y cordial, sede de los referidos valores.

El Bien Común de la Humanidad y de la Tierra es una realidad dinámica y en continua construcción. Para mantenerlo vivo y abierto a otros desarrollos cuatro principios éticos resultan importantes.

El primer principio ético es el respeto. Cada ser tiene valor intrínseco. Su utilización para el Bien de la Humanidad no puede ser orientada por una ética meramente utilitarista, como ha predominado en el paradigma socioeconómico vigente, sino dentro de un sentido de mutua pertenencia, de responsabilidad y de conservación de su existencia.

El segundo es el cuidado. El cuidado configura una actitud no agresiva ante la realidad, actitud amorosa que repara los daños pasados y previene los futuros y, a la vez, se extiende a todos los campos de la actividad humana personal y social. Si existiera suficiente cuidado, no habríamos llegado a la actual crisis financiera y económica. El cuidado está ligado intrínsecamente a la manutención de la vida, porque sin cuidado ella se debilita y desaparece.

La expresión oriental del cuidado se llama compasión, tan necesaria en los días de hoy cuando gran parte de la Humanidad y de la misma Tierra se encuentran crucificadas y magulladas en un mar de padecimientos.

En una sociedad de mercado que se rige más por la competencia que por la cooperación, se constata una cruel falta de compasión con todos los que sufren en la sociedad y en la naturaleza.

El tercer principio es la responsabilidad universal. Todos somos ecodependientes e interdependientes. Nuestras acciones pueden ser benéficas o dañinas para la vida y para el Bien Común de la Tierra y de la Humanidad. Las muchas crisis actuales derivan, en gran parte, por la falta de responsabilidad de nuestros proyectos y prácticas colectivas que han provocado el desequilibro global de los mercados y el del sistema-Tierra.

El cuarto principio es la cooperación. Si no hay cooperación entre todos, no vamos a salir enriquecidos de las crisis actuales. La cooperación es tan esencial que fue ella lo que en el pasado permitió a nuestros ancestros antropoides dar el salto de la animalidad a la humanidad. Al buscar sus alimentos, no los comían de forma individual sino que los traían todos para el grupo y de forma cooperativa y solidaria lo compartían entre todos. Lo que fue esencial en el pasado, sigue siendo esencial en el presente.

Por fin, pertenece al Bien Común de la Humanidad la creencia testimoniada por las tradiciones espirituales y afirmada por cosmólogos y astrofísicos contemporáneos, de que por detrás de todo el universo, de cada ser, de cada persona, de cada evento y de nuestra crisis actual, actúa la Energía de Fondo, misteriosa e inefable, llamada también Fuente Alimentadora de todo el Ser. Esta Energía sin nombre – estamos seguros – actuará también en este momento de caos ayudándonos y empoderándonos para vencer al egoísmo y tomar las medidas necesarias para que éste no sea catastrófico, sino creativo y generativo de nuevas órdenes de convivencia, de modelos económicos innovadores y de un sentido más alto de vivir y de convivir.

Conclusión: no tragedia sino crisis


Para terminar, quiero testimoniar mi profunda convicción de que el escenario actual no es de tragedia sino de crisis. La tragedia termina mal con una Tierra desvastada pero que puede continuar sin nosotros.

La crisis purifica, nos hace madurar y encontrar formas de superación satisfactorias para toda la comunidad de vida, del ser humano y de la Tierra. El actual dolor no es el estertor de un moribundo, sino el dolor de un nuevo parto. Hasta ahora hemos explotado exhaustivamente el capital material que es finito, cabe ahora trabajar el capital espiritual que es infinito porque infinita es nuestra capacidad de amar, de convivir hermanablemente y de penetrar en los misterios del universo y del corazón humano.

Como todos venimos del corazón de las grandes estrellas rojas en las cuales se forjaron los elementos que nos constituyen, está claro que nosotros nacimos para brillar y no para sufrir. E iremos nuevamente a brillar –esta es mi firme esperanza - en una civilización planetaria más respetuosa de la Madre Tierra, más incluyente de todos, más solidaria a partir de los más desposeídos, más espiritual y llena de reverencia frente al esplendor del universo y mucho más feliz.

Con estas palabras, se dan por iniciadas las intervenciones en esta importantísima Conferencia sobre la crisis financiera y económica mundial. Al contextualizar la problemática, he querido enfatizar que, para poder aprovechar las oportunidades que la actual crisis nos presenta, tendremos que deponer actitudes egoístas. Estas, en verdad, sólo buscan preservar un sistema que, supuestamente, beneficia a una minoría y claramente tiene nefastas consecuencias para la inmensa mayoría de los habitantes del planeta. Tenemos todos que revestirnos de SOLIDARIDAD y de COOPERACIÓN para poder dar un salto cualitativo hacia un futuro de paz y bienestar.

Permítanme, queridos hermanos y hermanas concluir esta reflexión con las palabras del Santo Padre, el Papa Benedicto XVI para esta Conferencia: “Invoco para los participantes de la Conferencia, como también para los responsables de la cosa pública y de los destinos del planeta, el Espíritu de Sabiduría y de Solidaridad Humana para que la actual crisis se transforme en oportunidad capaz de ayudarnos a brindar una mayor atención a la dignidad de cada ser humano y promover una distribución más equitativa del poder de decisión y de los recursos, con particular atención a los pobres, cuyo número, desafortunadamente, es cada vez mayor.”

- Palabras de Miguel d’Escoto Brockmann, Presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas, al iniciarse la Conferencia de Alto Nivel sobre la Crisis Financiera y Económica Mundial y Su Impacto Sobre el Desarrollo. New York 24-26 junio 2009